La película de Ferro con Salmerón parecería haber colgado el cartelito del The End. Las películas, como la vida misma, no siempre terminan como uno quisiera, y a veces los finales saben a mal gusto, pero eso no las hace mejores ni peores. Terminan y listo. Y quedarán recuerdos mezclados de risas y lágrimas, los porcentajes lo pondrá cada quien.
Alguna vez, cuando el último regreso del Pupi, imaginamos un final feliz. Fue la última baraja de ilusión que salió del mazo fatídico que nos reparten hace más de 17 años. El Pupi pareció gastar los últimos cartuchos y ya no volvió a ser el mismo. Habrá muchos porqués, pero uno de ellos es natural : el tiempo pasa e inexorablemente nos atraviesa a todos, aunque sea particularmente cruel con los deportistas, muy jóvenes para la vida pero no tanto para la actividad profesional que practican. Que es difícil aceptarlo es tan cierto como que es difícil para un responsable de grupo tomar la decisión de cerrar un ciclo. Mucho más si se trata de un personaje que produce tantas sensaciones y de tanto peso. Y acá priva otra cuestión, quizás la más importante : el Club y los objetivos por los que estamos luchando hace rato tienen que estar por encima de todo. En un deporte amateur (y hasta cierto punto), el cierre d el ciclo lo define el que juega. En un deporte profesional no. Para mantenerlo en el plantel no alcanza con el cariño de la gente o los años vividos en el Club o la identificación con los colores. Los agradecimientos que merece siempre encontrarán un lugar y oportunidad. Porque esto no se trata de «retirarlo» del fútbol al Pupi, sino de optar en frío, como debe obrar un verdadero conductor. Y acá digo que, personalmente, me parece una decisión dolorosa pero necesaria. Como se puede leer en el link, nunca fui ni fanático ni detractor del Pupi. Y jamás pensé que él fuera culpable de los fracasos en cadena que hemos soportado tantos años. Y deseo que tenga mucha suerte adonde vaya. Pero creo que la decisión que se tomó, claramente consensuada, es acertada. Ferro hoy necesita de otro juego y de otras barajas. Y muy especialmente del rodaje de los jóvenes que asoman. Y la verdad, prefiero quedarme con el recuerdo de aquellas tardes con el grito del Pupigol y no con su ocaso. Me qu edo con el porcentaje de risas.