“Nuestro deseo tiene mucho fundamento”

Manuel Gómez Franco

Favio Orsi deambula entre ese coro sincronizadamente desafinado de desahogo y esperanza. Adentro y afuera de la cancha se intercalan los cantitos de agradecimiento y promesas de volver a ser. Pero Favio Orsi se abstrae por un instante, mutea por unos largos segundos el ambiente e improvisa un ejercicio de introspección que tenía minimizado. Entonces se agacha en algún rincón del césped, focaliza en un espacio de la platea hasta hacer contacto visual con Juancho. Y se quiebra.

La emoción de Orsi al terminar el partido (Ale Casar)

Juancho es su padre. Un par de horas antes había subido uno por uno los escalones de la platea. Un par de meses antes, también paso a paso, había transcurrido 71 días en terapia internado por Covid en la Clínica Olivos. «Fueron momentos muy duros. La pasó realmente mal, como la pasó mal tanta gente… Esta pandemia fue difícil. Ahora está bien, está… Yo también tuve Covid, dos veces, y Sergio (Gómez) también tuvo… Por momentos la pandemia nos mostró lo verdaderamente importante, que es disfrutar de los pequeños grandes momentos. Y contra Santamarina fue uno. Hacía mucho que no disfrutaba así. Porque lo vi a mi viejo allá arriba y me tomé un minuto para disfrutarlo. No se lo había contado a nadie. Pero sí, me tomé el tiempo para disfrutar, porque a veces termina el partido y te metés al vestuario enseguida, pero el otro día lo busqué a mi viejo, identifiqué adonde estaba, y vi la gente tan feliz y dije che, toda esta mierda que estamos pasando, al menos este disfrute… Fue un pequeño gran momento», rememora Orsi, emocionado, movilizado nuevamente.

Emocionado y movilizado como cada hincha de Ferro.

«Y yo quise hacer lo mismo contra Santamarina, que venga mi viejo, pero no pude, porque no puede estar mucho parado. Lo intenté…». Ahora el que se abre es Sergio Gómez. Su papá se separó de su madre cuando él nació. Le faltó. La figura paterna la ocupó su hermano mayor. «Ahora, con mi viejo tenemos una relación diferente, estoy bastante con él. No puedo estar enojado con mi papá porque no sé las circunstancias que han pasado, y porque la vida se trata de perdonar. Y si la vida a veces te da un cachetazo, hay que devolverle una caricia. Ahora lo estoy acompañándolo en una enfermedad complicada. El ser humano se recuesta mucho en la queja. Pero hay que agradecer. El fútbol me regaló lo más grande que me dio la vida, que fue ver a mi vieja en la platea viéndome ascender con Fenix, dando la vuelta con sus nietos. Así lo había visualizado. Insuperable… Yo tenía ese deseo, porque sabía que ibamos a ascender. Y fue lo último que vio, porque al mes murió. Y ahora sé que se me va a volver a dar. Mi viejo me va a ver donde todos deseamos. Yo les dije a los jugadores que va a pasar. Lo tengo en la cabeza», se juramenta Gómez, ilusionado, motivado.

El cuerpo técnico completo (foto: FerroOficial)

Ilusionado y motivado como cada hincha de Ferro.

«Nosotros vinimos a ascender», repiten. No es tabú la frase. Está fundamentada. «Tenemos claro dónde queremos ir. Y cuáles son las armas que tenemos para lograr el objetivo. No nos da miedo decir que vinimos a Ferro a ascender. Vamos a dejar la piel para que eso suceda. Y es un deseo con mucho fundamento. Con herramientas», repite Gómez. «Mirá, cuando dejamos de dirigir a San Martín de Tucumán, estuvimos tres meses y medio sin trabajar, y en ese tiempo nos llamaron de seis equipos de la B Nacional. Y a todos les dijimos que no porque esperábamos que nos llegara la oportunidad de dirigir a Ferro. Y, cuando nos contactaron, nos reunimos un lunes y el martes ya estábamos dirigiendo. Queríamos dirigir a Ferro. Vinimos con deseo. Y el deseo es el gran motor, el gran arquitecto para conseguir lo que uno quiere», suma Orsi.

Pero amén de deseo, hay una idea. Hay trabajo. Hay actitud. Hay comunión. Ferro, este Ferro forjado por la dupla que ya subió de la D a la C (con Fénix) y de la C a B (Fénix) y de la B a la BN (Flandria), tiene atributos que le devolvieron el orgullo a los hinchas. Las ganas de ver al equipo más allá de la inercia de la pasión. Orsi y Gómez (y estos jugadores) le sacudieron el polvo al orgullo dormido, a la indiferencia producto de 21 años de frustraciones pero, sobre todo, de rara vez identificarse con los 11 de verde que salían a la cancha y lo que hacían ahí adentro más allá del resultado de turno. «Para nosotros es fundamental que en la cancha la gente se sienta representada. Más allá de si jugás con línea de 3 o de 4, con doble 5 o lo que sea. En el fundamento, los jugadores encuentran que no hay verso. El por qué hace que entiendan, y que crean. Acá les costó entender a estos dos locos. Hicieron un esfuerzo grande. Y encima el resultado no vino rápido. Tuvimos que insistir para demostrarles que este era el camino correcto. Porque cuando no se dan los resultados, el jugador puede dudar. Los que no podemos dudar somos nosotros de lo que creemos y buscamos», sostiene Gómez. Y amplía Orsi: «Nosotros les mostramos a los jugadores lo que queremos en el campo de juego. Cada trabajo que hacemos está fundamentado. E interactuamos con el jugador, porque así lo obligamos a comprometerse. Y no a automatizar movimientos sin entender por qué es conveniente que haga o no tal cosa. El fundamento en la vida es todo».

-¿Cómo dividen las tareas? Da la sensación de que ya desde sus personalidades se complementan muy bien.
-ORSI: A veces Sergio se encarga más de la parte defensiva y yo de la ofensiva. Pero después terminamos trabajando de forma integral. Y en cuanto a personalidades somos completamente distintos. Pero fundamentalmente no tenemos problemas de ego. Si me tienen que hacer una nota a mí es como si estuviera hablando Sergio, y viceversa. No estamos en la boludez de a ver a quién le sacaron una foto. Lo mismo que pretendemos cuando armamos una mini sociedad en el campo de juego, que puede ser entre un volante de referencia y un volante interior, o un lateral con un extremo: lo que tienen que hacer es tapar los defectos del compañero y potenciar sus virtudes. Y como el fútbol, al igual que la vida, es puro contagio, cuando el contagio es positivo el margen de error se achica. Entendemos el trabajo como un trabajo en equipo. Obvio que intercambiamos opiniones, pero siempre fundamentando. Tanto nosotros como Zunino, el Profe, todos…
-GOMEZ: Nos complementamos. Me considero un tipo con suerte, porque a lo largo de mi carrera me topé con buena gente. Vos te das cuenta automáticamente. Cuando ves que se acerca alguien con buenas intenciones y ganas de trabajar, se hace mucho más fácil transitar el camino. Y más después de 10 años. Además, a los dos nos gusta lo mismo, tenemos los mismos principios. Ninguno fue un futbolista reconocido, así que sabíamos que nos iba a costar. Que si queríamos dirigir una categoría más alta, teníamos que ascender. Era la única forma de trascender y mostrar nuestro trabajo. Hasta el día de hoy. Aunque ya estemos preparados para dirigir en Primera.

-Hay una palabra de moda en el fútbol por estos días: intensidad. Y Ferro es, entre otras cosas, un equipo intenso. Pero ustedes le dan otra acepción a esa palabra, o al menos una un tanto más amplia de la que se le atribuye generalmente cuando se habla de ella.
-ORSI: Todo el mundo habla de intensidad. Pero intensidad no es correr solamente. Es vivir el partido de la mejor manera. Para nosotros, hoy el fútbol es la suma del metro de alta intensidad y la toma de decisiones. Hay que hacer una pausa cuando hay que hacer una pausa, hay que replegarse cuando hay que replegarse, hay que estar concentrado 15 segundos en una pelota parada en contra, es ir con convicción a buscar una pelota. Es sentir el partido, vivirlo cada minuto, en cada espacio. Eso es lo que les pedimos a los jugadores. Entrenamos en alta intensidad. Los tres segundos post pérdida son los más importantes para recuperar la pelota. Hay que achicar rápido y que vaya la mayor cantidad de jugadores encima. Si perdimos esa batalla, ganemos la próxima. Porque la guerra es una sumatoria de pequeñas grandes batallas ganadas.
-GOMEZ: La reacción rápida e intensa de un jugador es pos de recuperar la pelota inmediatamente quizá no logre que él recupere la pelota, pero seguro hará que la recupere más fácil el equipo, porque va a forzar el error del rival. Por eso tratamos de que el contrario jugue exigido. Y para eso hay que darles herramientas a los jugadores. Después resuelven ellos, con su inteligencia. Pero siempre con trabajo encima. Con plan A, B y C que les permitan resolver. Si Brian (Fernández) desborda, y en vez de tirar el centro atrás, patea, si él vio las dos posibilidades y optó por patear, yo no tengo problema con eso, pero si pateó sin ver la otra opción, eso lo tenemos que trabajar, para que la próxima llegue con la variante presente a la hora de decidir qué hacer.

Ellos nunca dudaron de lo que querían hacer. Incluso sin contar con planes A, B y C. El fútbol parece ser todo en la vida de Orsi (47) y Gómez (40). Tan es así que con frecuencia metaforizan sobre la intertextualidad entre la pelota y el día a día. «La vida y el fútbol se asemejan. Si vos sos un luchador en la vida, también lo sos en el fútbol. Y nosotros somos honestos. Ambicionamos cosas buenas con herramientas nobles. El camino puede llegar a ser más largo, pero da sus frutos. A veces a uno le toca una vida… y uno tiene que ver qué hace con lo que le toca. Cómo la enfrenta. Ir resolviendo, como en el fútbol, diferentes situaciones. Y tiene que, a veces, no hacer lo que le gusta para conseguir el resultado. Quizá a uno no le gusta correr, pero tenés que correr, y el resultado es poder recuperar la pelota para después hacer lo que te gusta, que es jugar. A mí me ha tocado un vida en la que de chico tenía que hacer cosas que no me gustaban para después poder hacer lo que quería, que era irme a jugar a la pelota. Era mi premio. Yo, por ejemplo, ayudaba en la economía de mi casa. Mi vieja cocinaba para vender. El otro día justamente hablámos de eso con mis hermanos… Los fines de semana yo cargaba mi bicicleta con cosas que hacía mi vieja, que tenía una mano bárbara, pastelitos, pan casero, empanadillas o rosquetes, cosas tradicionales de Santiago, y me iba a vendía en los torneos de fútbol por plata que había en los barrios, y en los que mi hermano jugaba. Tenía una Aurorita, una bici muy fea, je, pintada por mí con aerosol plateado, que tenía un canastito adelante y otro atrás. Y bueno, yo no sé si me gustaba ir a vender, pero lo hacía. La satisfacción final era ayudar a mi mamá, que había estado amasando todo el día, porque no nos sobraba nada, más bien varias veces nos faltaba… Aunque, bueno, a veces no vendía nada porque me ponía a jugar, y entonces volvía con la mercadería sin vender y mi vieja se calentaba, je. Es que el fútbol para mí es todo, es mi vida. Por eso cuando retrocedo un poco y veo dónde están algunos pibes de mi edad, agradezco haber tomado otro camino, y el orgullo de lo que me enseñó mi vieja. Que el trabajo dignifica. Y mirar a la gente de frente. Yo veía el esfuerzo que hacía mi vieja. Por eso cuando hace poco los chicos de El Show de Ferro me hicieron la famosa nota en la que me regalaron los pastelitos, yo les decía que no era un regalo simple, porque yo veía el esfuerzo que hacía mi vieja para cocinarlos; y cuando te mandan eso no es que te mandaron un auto 0 KM, sino algo que hicieron con sus propias manos, con la intención de que llegue a una persona. Es algo muy importante», resume Gómez.

Gómez y Orsi adobaron un Ferro que volvió a despertar el gusto y la ilusión de su gente. Este lunes, ante San Martín de Tucumán, buscará continuar con las convicciones y el deseo intactos. Haciendo honor a la historia. La de ellos. La de Ferro. «Cuando llegamos, estábamos a diez puntos del primero, y ahora sigue siendo difícil. Pero queremos ascender, no hacer sólo una buena campaña. Ferro es de Primera», se planta Orsi. Y lo completa Gómez: «Los jugadores tienen que dejar todo por el objetivo. No tienen que sentir presión, sino compromiso. Se van a tirar de cabeza, lo demostraron. Eso te da tranquilidad. Mirá, en el brazo tengo tatuada una frase de mi vieja. Antes de morir, fue a despedirse de su familia a Santiago del Estero y volvió con un pedazo de madera con esta frase: «Nunca abandones un sueño sin darle la oportunidad de convertirse en realidad».

Gómez y el lema que le dejó su mamá

Son recuerdos y motivaciones impagables. Como ver a la gente tan contenta después de cada partido, cortando las calles del barrio, cantando, saltando… O, ni hablar, como verlo al padre de Favio, sin energías, el día que vino a la platea, subir caminando todos esos escalones. Yo me lo crucé, lo vi. Más huevos que eso, hermano…».

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