Carta a mi hijo

Mauro Gurevich

Querido Fide,

Bienvenido a este viaje. Navegarás entre el espanto y la maravilla. Algunos saltarán a cabecear con el codo arriba. Otros te darán la mano cuando estés en el piso. Somos de Ferro. Un equipo que a veces arruina lo bueno y perfecciona lo malo. Un club con pretensiones de all inclusive y realidad de hostel. Por ahí nos alcance con no perder. Como en la vida…

No vivimos en Caballito. Pero ahí estamos. Somos exiliados de una pasión. En esta aventura festejaremos abrazados entre la muchedumbre. Nos secaremos las lágrimas con las mangas del buzo. Ferro será tu escuela de caídas. Una montaña de derrotas y empates que cada tanto se erosionará y le dará vida a la meseta del triunfo. Me gustaría que aprendas el valor del trabajo en equipo. Que goces en la victoria. Y que sepas que en el abismo de una derrota está la posibilidad de levantarse.
Qué lindo compartir esta pasión con vos. Quisiera poner pausa en el control remoto de nuestras vidas. Y que todo quede flotando ahí. Que el momentito dure mucho más de lo que dura. Que el momentito sea un momento. Un momento mágico. Un momento sin pobreza ni guerras. Sin devaluaciones ni desigualdades. Vos, yo y un escudo que nos une mucho más de lo que ya estábamos unidos.

A veces no sé si está bien lo que hago… ¿Por qué mi deseo tiene que también ser el tuyo? ¿Por qué Ferro? ¿Por qué? Me asaltan más preguntas que respuestas. Fide, Supongo que los padres que son matemáticos proyectan hijos con facilidades para despejar la X. Y los que hemos sido plenos en un club pateando una pelota hacemos lo imposible por que nuestros hijos experimenten la misma suerte. Después te veo disfrutar y ya no me cuestiono tanto.

-Papi, ¿vos acá fuiste feliz?
-Si, Fide. Muy feliz, ¿por?
-Porque yo también soy muy feliz acá

Tenías tres años. Y lo dijiste. Era un lunes a la tarde, hijo. Vos no tenías jardín porque existió una pandemia y todos los días rotaban a los chicos de la sala naranja… ¿Te acordás? Apreté los dientes, metí marca escalonada, pensé en otra cosa y no hubo caso. El lagrimal desbordó como lateral brasileño. Yo reviví, vos lo estás viviendo. Te regalo esta hermosa insatisfacción. No sé, supongo que hay historias que no necesitan tanta explicación.

Te amo,
Papi

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