Volvé, che, ¿a dónde te fuiste? ¿Qué no ves que estamos solos? ¿Qué no ves la sangre y las heridas? Volvé un ratito, una vez más, si ésta es tu casa. Volvé, como cuando prometiste que volverías, justo antes de cruzar el charco, ¿te acordás?, y volviste. Que le revoleaste los dólares y los flashes y la mierda en coche a los bosteros que pensaban y piensan y van a pensar toda su puta vida que todo tiene precio. Que elegiste el barrio por los verdes pero los de cuore y huesos. Y volviste y viste (y vimos) a todos desde arriba, y nos llevaste a conocer la patria grande y las nubes de cerca.
Volvé, che, que ya casi no recuerdo el color de la sangre. Que nos desangramos, igual, y a nosotros las vendas no nos quedan bien. Que mirá este barro que nos tapa. ¡Ay, mirá nomás! Yo sé, (me duele confesarte que sé), que quizás no te resulte sencillo esta vez, pero también sé, sí, yo sé que vas a volver. De nuevo. Y te vas a tirar de cabeza al barro que te digo, con las medias altas, el paso firme, los shorcitos escuetos. Ahí te vas a tirar, sin pensarlo un segundo, aunque a los 64 te puedan doler los huesos, y vas a empujar para sacarnos como empujabas cuando la cinta en tu brazo.
Que te extrañamos, volvé. Que nuestro mundo se puso muy feo acá abajo.
Volvé, carajo, que el medio de la cancha quedó muy grande. Volvé, que te faltó un sueño por cumplir. Un sueño por cumplirnos.